Prólogo: Leteo: una venganza estética

Antes de entrar en materia, comenzaré ofreciendo disculpas a mi buen amigo, el señor Fredy Alexander Ayala, por mi tardanza en el trazar a modo de encargo un prólogo para su obra Leteo: una venganza estética. Confieso algo de timidez y retraimiento en estas primeras líneas, pues, más allá del compromiso sagrado del encargo académico, hay una suerte de congojo diáfano, propio, entre mis memorias, que me desbordan como el rio grande de la Magdalena; en emociones que inundan mis cultivos de la vida, de nuevo con recuerdos de abatimiento e imposibilidad. Sin que deje de ser un lugar ineludible e irreparable en el tiempo, más allá de la indulgencia. Acuso sobre lo expuesto que la dimensión del perdón, del cual hablan los libros y acuerdos, es un concepto moderno. Tal concepto se erige con la razón política, en donde la emoción en muchas ocasiones subyace, se contrae, se apacigua entre cocinas del campo y la ciudad, que lloran a los que no vuelven a casa.